La hamburguesa, el jazz, el Día de Acción de Gracias, el fútbol americano, el baloncesto de la NBA, el béisbol de Grandes Ligas, Broadway, Hollywood, la estatua de la Libertad o el Empire Estate. También, el Gran Cañón, la bandera de las barras y las estrellas, Disney, la NASA, la salsa BBQ, el delivery y el kétchup (claro, la salsa de tomate) son representativos de EE. UU.
Hay muchos más por supuesto, en diferentes ámbitos de la cultura y de la vida. Como Wall Street, por ejemplo. Sin embargo, pocos han alcanzado la trascendencia, pocos han marcado la vida de los estadounidenses (nativos e inmigrantes) y pocos han dado a conocer la esencia del estadounidense de a pie, el que suele ser invisible, como la icónica revista Time.
Por si no te resulta familiar, te cuento que es una prestigiosa publicación semanal dedicada a divulgar la actualidad, la política, los negocios y la cultura de ese país. Fue fundada en 1923 por el empresario Henry Luce y su socio Briton Hadden. Es decir, cumplió 100 años, un logro que podríamos considerar increíble en plena era digital, en la que tantos medios de comunicación desaparecieron.
Uno de ellos, el National Enquirer, fundado en 1836, con una línea abolicionista, que surgió en momentos en los que el país vivía épocas convulsas. Un estudio de UNC Hussman School of Journalism and Media estableció que unos 2.100 los diarios han dejado de editarse desde 2004, lo que supone una tasa de mortalidad de casi el 25 % respecto a los registrados en aquel año.
Lo más llamativo del estudio es que alrededor de 300 han desaparecido en poco más de un año, desde la anterior edición de ese mismo informe. Como consecuencia, ahora hay 1.800 comunidades del país que tenían un periódico de proximidad en 2004 y que lo vieron desaparecer desde comienzos de 2020. El impacto social de este fenómeno es desolador.
¿Por qué? Si nunca viviste en Estados Unidos, quizás desconoces el alcance de los medios locales. Que en muchas ciudades y poblaciones, especialmente aquellas apartadas de las urbes, son mucho más que un medio cualquiera. Son los que representan al lugar, ese espacio en el que los pobladores se ven reflejados, a través de los que se sienten valorados.
La desaparición de un medio como estos, cualquiera sea su formato (prensa, televisión o radio) supone un duro golpe para el ciudadano común. Es cierto que, en la otra orilla, en esas mismas comunidades han surgido incontables medios digitales, pero su impacto dista de ser similar. La cobertura de internet no suele ser amplia y la gente es muy reacia a cambiar ciertos hábitos.
Por eso, justamente por eso, llama la atención que hoy, en pleno derrumbe de los medios de comunicación tradicionales, en épocas en las que los medios impresos viven incesantes dificultades, Time celebre un siglo de vida. Y, además, que sea una revista joven, fresca, firme, que proyecta el nuevo siglo, lista para asumir nuevos retos, para nuevos cubrimientos.
Más para un diario que surgió como un periódico estudiantil en la Universidad de Yale, en Nueva Haven (Connecticut). Allí, Luce y Hadden se encargaron del medio dirigido por y escrito para estudiantes. Una aventura que trascendió las aulas, porque al terminar su carrera crearon la revista. Eran periodistas del Baltimore News. El primer número salió el 3 de marzo de 1923.
En la portada aparecía Joseph G. Gannon, que por aquel entonces era el presidente de la Cámara de Representantes de EE. UU. Era un momento histórico complicado, pues el mundo intentaba reponerse de los estragos provocados por la I Guerra Mundial, la economía no marchaba bien y, además, Time significó un modelo disruptivo, por varias razones. Veamos:
– El primer ejemplar tenía 32 páginas y el contenido se enfocó en la sociedad estadounidense de aquel momento. El nombre Time es un acrónimo que significa Today Information Means Everything (Hoy la información lo es todo). Costaba 15 centavos y el tiraje fue de 9.000 ejemplares
– El formato y el estilo periodístico marcaron un antes y un después. Era el primer medio impreso de publicación semana, algo exótico para la época. Apostaba por el análisis en profundidad de los temas de actualidad, marcando una distancia con la inmediatez
– Time se diferenció de los periódicos y semanarios de la época por su estilo de escritura conciso y directo, y su diseño innovador. Al tratarse de una revista, tenía la necesidad y la posibilidad de ser distinta, algo que sus creadores interpretaron y ejecutaron a la perfección
– Su éxito radicó en ser la primera revista dedicada íntegramente a las noticias de actualidad. Crearon secciones y clasificaron las noticias según su importancia. Resumía en pocas líneas lo que había pasado durante la semana, lo interpretaba, lo evaluaba y añadía su opinión
– Para que veas que la competencia no es un problema, cuando Time salió al mercado en Estados Unidos se publicaban 2.033 periódicos, 14 de ellos en Nueva York, la casa de la revista. El riesgo de ser invisibles eran grande, pero la propuesta de valor les permitió competir
– Otro factor que contribuyó al éxito se debió a que fue la primera revista en dar protagonismo a los personajes. Hasta 1970, el 95 % de sus portadas estaban dedicadas a personas, origen de otra específica, “la distinción de la Persona del año”. ¿El primero? Charles Lindbergh
– Con el paso del tiempo, a medida que la revista se ganó el favor de los lectores, se posicionó como un símbolo de las clases más cultas, que encontraron en esas páginas un canal ideal para mostrarse. Esto, por supuesto, significó marcar un terreno distinto al de medios tradicionales
– Para las personas más influyentes de la vida estadounidense, tanto en la política, como en la economía, los negocios y las diversas manifestaciones culturales, aparecer en la portada de Time se convirtió tanto en un objetivo como en un rito: allí solo están los elegidos
– Pronto, las listas de personajes influyentes se volvieron famosas, al punto que hoy son un referente de Time y, por otro lado, una tentación para los posibles candidatos. La más famosa es Time 100, que se publica anualmente, con los 100 personajes más influyentes de cada año
Poco hay que representa más a los Estados Unidos del último siglo como la revista ‘Time’. Una revista que rompió paradigmas, estableció estándares y demostró que había otra forma, distinta y mejor, de hacer periodismo. Lecciones de un viejo con espíritu joven.
Contenido relacionado:
Pedro Gómez Barrero: lecciones de un visionario que cambió una ciudad
Caso de éxito: Walmart es mucho más que ‘precios bajos, siempre’
5 suculentas lecciones que nos deja la aventura de Domino’s Pizza en Italia
En los años 30, mientras la sociedad luchaba contra las secuelas de la Gran Depresión, Time miró más allá de sus fronteras y comenzó a comentar hechos internacionales. Una década más tarde, fue protagonista de la II Guerra Mundial, un conflicto al que le dio un cubrimiento inédito. Una de sus portadas, la del líder nazi Adolfo Hitler (1939), pasó a la historia.
La historia de Time se puede resumir en tres etapas. La primera, desde su nacimiento hasta la muerte de Luce (1967); la segunda, hasta los 90, con hechos históricos tan deslumbrantes como la llegada del hombre a la Luna o la caída del muro de Berlín. La tercera, la transición de la riqueza de los 90, en medio de un boom publicitario sin precedentes, a la crisis económica actual.
La irrupción de la tecnología, que trajo consigo la revolución digital, supuso para Time, como para todos los medios del planeta, en especial para los impresos, un reto mayúsculo. Muchos medios enfrentaron esta encrucijada con las estrategias equivocadas, se desconectaron de sus audiencias y lo pagaron caro. Time, mientras tanto, reafirmó sus convicciones y sobrevivió.
Es decir, entendió que, sin perder la esencia, debía transformarse para adaptarse tanto a las nuevas herramientas que surgían como a los cambios de hábitos de los usuarios. Hoy, la revista cuenta con un millón de suscriptores (una cifra increíble) y acredita cerca de 54 millones de lectores cada semana. Una historia centenaria, sí, pero un modelo vigente.
Otra de las características que ha distinguido a Time durante este siglo de existencia es que nunca eludió la polémica. De hecho, muchas veces la creó, la originó. Por ejemplo, la ya mencionada portada de Hitler o la que se armó con un tema álgido para el estadounidense común: la migración. “Somos americanos *pero no legalmente”, decía en la portada.
O, más recientemente, durante la campaña presidencial estadounidense, con la portada en la que Donald Trump mira a una niña desconsolada tras la detención de su madre en la frontera con Texas. “Welcome to America”(Bienvenida a América), reza el titular. Prácticamente no ha habido un tema al que Time le huya: sentó su posición acerca de lo humano y de lo divino.
En eso, por supuesto, también marcó distancias (y diferencias) con muchos otros medios de comunicación del país, tradicionalmente alineados con el poder. Una filosofía que no siempre es fácil de aplicar, en especial en estos tiempos modernos en los que la delgada línea entre información y publicidad, entre persuasión y manipulación, puede llegar a ser imperceptible.
En los años 80, la revista pasó a ser parte de Time Warner, un conglomerado de medios que se formó de la fusión de Time Inc. y Warner Communications. En 2000, la adquirió AOL Time Warner, que se la vendió a Meredith Corp. en 2018 por 190 millones de dólares. Ocho meses más tarde, la compraron sus actuales dueños: Marc y Lynne Benioff, propietarios de la tecnológica Salesforce.
Bajo su égida, Time celebró su centenario. “Es señal de constancia y cambio”, dijo Edward Falsenthal, presidente ejecutivo y director de la revista. Un siglo de cambios constante, de retos increíbles, de aciertos magníficos y, sobre todo, de profunda convicción. La revista nunca perdió su estilo, nunca negoció sus principios y mantuvo su foco en lo más importante: el lector.
En estos tiempos modernos, en los que tantos medios de comunicación desaparecieron, en los que muchos más (casi todos) cayeron en manos de pulpos económicos que les cortaron las alas y los pusieron a su servicio, el centenario de Time es un oasis. La firme creencia en su propuesta de valor, su capacidad de adaptación a los cambios y su vocación innovadora la hicieron eterna.
A comienzos de los 2000, la revista Fortune determinó que el promedio de vida de una empresa de su listado era de 40 a 50 años. Un período respetable, sin duda. Hoy, según diferentes estudios, la expectativa de vida no supera los 5 años. Y no caigas en la trampa de creer que el culpable es internet o, quizás, la inteligencia artificial aplicada a los negocios.
Coca-Cola (1892), Danone (1919), General Electric (1878), UPS (1907), Nikon (1917), Citroen (1919), JC Penney (1902), Boeing (1916) o Warner Bros. Discovery (1923) son empresas centenarias. Todas han enfrentado (y superado) dificultades, han sufrido fracasos y de alguna manera han debido reinventarse. Así es la vida, así es el marketing, así son los negocios…