Tiene cara de nerd, y quizás lo sea. Sin embargo, no hay que distraerse con eso, pues lo que en verdad es importante está un poco más allá, más profundo. A los 27 años, el catalán Óscar Pierre es un modelo de éxito: es el fundador y CEO de Glovo, una app a través de la cual los usuarios piden lo que desean, cualquier cosa, y la reciben en su domicilio en menos de una hora.

El emprendimiento es algo que está en su ADN. Su abuelo, hijo de un inmigrante de Estrasburgo (Francia), en el siglo XIX se instaló en Sabadell, una pequeña ciudad del oriente de Cataluña, para fundar una fábrica textil. Luego, “heredó la camioneta de reparto de frutas de su padre y desde ahí convirtió el negocio en uno de los líderes nacionales en el sector de la alimentación”, cuenta Óscar.

Su padre, mientras, “es otro emprendedor nato que se ha reinventado varias veces y que pasados los 60 sigue lanzando cosas nuevas. Ojalá llegue yo a esa edad con tanta energía. De ambos he aprendido que emprender es muy sacrificado y arriesgado, pero suele ser muy gratificante. Supongo que algo he heredado de ellos”, asegura este joven que no se ve en algo distinto a ser emprendedor.

Cuando estaba en el colegio, dice, todos querían estudiar Administración de Empresas, pero yo me incliné por la Ingeniería Aeronáutica. Luego, cuando comencé mi carrera, todos querían trabajar en Airbus, pero descubrí que lo mío iba por otro camino y creé Glovo. Siempre he querido ser diferente”. Y vaya si lo ha logrado, porque ir contra la corriente le permitió ser un triunfador.

Comenzó la carrera en la Universidad Politécnica de Catalunya y dos años más tarde se trasladó a Atlanta (Georgia), en Estados Unidos, donde se graduó de Georgia Tech University. Y, según el libreto establecido, ingresó a Airbus, en Toulouse (Francia), pero no demoró en darse cuenta de que esa no era la vida que deseaba. Entonces, lo dejó todo y, con 22 años, regresó a Barcelona.

Su objetivo: crear su propia empresa. Primero fundó Zikkomo, un proyecto creado para mejorar y ayudar a financiar la educación de niños y niñas de Malaui y Kenia, de la mano de la ONG Active Africa. Allí, la mayoría de los niños solo puede cursar la educación primaria y después quedan condenados a ayudar a sus familias en labores informales o, literalmente, a vivir en la calle.

A través de fondos privados, se estableció en 2012 un programa de becas destinado a darles a esos jóvenes una oportunidad, un futuro, además de proveerlos de las herramientas para que puedan construir una vida mejor. Comenzaron con ocho becas y poco a poco el programa ha ampliado sus horizontes. El programa incluye aportes económicos y voluntariado.

En 2014, fundó LoveItLocal, un mercado destinado a impulsar los negocios artesanales locales. “Los protagonistas de LoveItLocal son estos creadores, y nuestra misión es la de impulsar este sector. Invertiremos todos nuestros esfuerzos y recursos en potenciar esta comunidad y fomentar la compra de productos artesanos locales”, reza en la página de la empresa en Facebook.

Fueron buenos experimentos, pero más allá del altruismo y del aprendizaje Óscar quería algo diferente. Por eso, en 2016 fundó Glovo. “La empresa surgió de una realidad innegable: el caos de las grandes ciudades y lo poco accesibles que son muchos productos. Gracias a nosotros, tú necesitas una cosa, la que sea, y la tienes en tu casa en menos de una hora”. A la tercera fue la vencida.

Sin embargo, esta definición se queda corta. Glovo también es, según su creador, “una solución para la gente que necesita un ingreso adicional. Eso queda demostrado con el hecho de que el promedio de horas que hacen los repartidores es muy baja, entre dos y tres horas al día”. En otras palabras, no es un empleo formal, pero tampoco es algo a lo que dediques todo el día, 24/7.

Si bien es un modelo polémico, que en países como España ha chocado con la legislación y despierta recelo entre las autoridades, Óscar asegura que aporta una solución para quienes requieren ingresos adicionales, inclusive temporalmente. “Poder decidir cuándo, cómo y dónde trabajas es un privilegio. Esta es la tendencia del futuro”, asegura convencido del modelo de negocio.

Los glovers, que son los repartidores, los que hacen la compra y la entrega del producto solicitado, son considerados “colaboradores, que pagan 2 euros cada 15 días para poder usar la aplicación y que tienen libertad y flexibilidad para conectarse y desconectarse de la plataforma. El negocio tiene tres patas (tiendas, repartidores y clientes) y no puede ser que solo paguen dos”, dice.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Así funciona Glovo: solicitud del servicio, compra, empaque y entrega. ¡Fácil y efectivo!


 Glovo, una aplicación a través de la cual se contrata el servicio de compra y entrega de cualquier producto, está presente en 200 ciudades de 20 países en Europa, África y América Latina. Recientemente recibió una inyección de capital de 150 millones de euros.


Comenzó con una inversión de 100.000 euros, fruto de los aportes de varios amigos y conocidos y hasta del exfutbolista Carles Puyol. Crucial fue el apoyo de Sacha Michaud, mitad inglés, mitad canadiense y ciudadano español desde hace dos décadas, reconocido empresario e inversionista que está tras el éxito de empresas como Inlander, Servidores.com, Latinred, Ozu y Betfair.

Y esa estrategia, la de establecer alianzas poderosas, fue una de las claves del éxito. Tenía 22 años y no sabía de nada, así que contraté gente muy buena; ese fue mi gran acierto. Luego debes delegar y dejarles tirar, que demuestren su talento y capacidad, y tú enfocarte en alinear, en comunicar y definir la estrategia, pero no en ejecutar. Y para todo el equipo, igual”, afirma Óscar.

Para el CEO de Glovo también es fundamental “asegurarte de que todas las personas que trabajan contigo se sientan cómodas con este desorden, inestabilidad, caos, porque no a todo el mundo le gusta”. Otro acierto fue “ser bastante generoso con la parte de ‘equity’, compartir parte del pastel con ellos para que se sintieran dueños de la empresa e inspirarles para pensar muy en grande”, agrega.

El indispensable equilibrio entre el ímpetu de un empresario empírico y la realidad lo aportó Michaud. Sacha fue de los primeros inversores en la primera ronda. No visitaba mucho, hasta que un día me dijo que quería, y no lo dudé un segundo. Decidí convertirlo en cofundador de la empresa y aquí seguimos. A mis 22 años él aportaba la cuota de experiencia que a mí me faltaba”, relata.

Para Óscar, una de las cualidades que debe acreditar un aprendiz de emprendedor es “ser muy humilde con las carencias. Mi consejo: en las fases iniciales rodéate de gente muy buena y sé generoso con ellos. Entiende que si incorporas a tu empresa gente buena es para que ellos definan lo que hay que hacer. Eso, a los genios, es decir a la gente que es muy, muy buena, les gusta”.

Sin embargo, no todo fue sonrisas, alegrías y triunfos en ese arranque; también hubo errores y, claro, muchas dificultades. Presentamos el proyecto a unos 122 fondos. Creo que no conozco a ningún emprendedor europeo que haya recibido tantas negativas. Hoy, seleccionaría diez, los concentraría en una semana y trataría de obtener una respuesta muy rápida y sincera”, afirma.

Además, cada vez que se habría una puerta y había una posibilidad, en vez de una respuesta lo que recibía era una pregunta: “¿esto quién lo va a comprar? Y yo les decía, ‘esto va a cambiar el mundo. Esto va a ser una empresa de impacto mundial’. La única inversionista que compró fue Beatriz González, de Seaya, una visionaria que también invirtió en Cabify y Spotahome.

El siguiente paso fue la expansión. “Si en 2016 hubiéramos escogido mantenernos como una empresa del sur de Europa, ya seríamos rentables. Pero, decidimos expandirnos a otros países y ahora también a otras categorías, y eso nos exigió capital fresco”. Un capital, 150 millones de euros, que recibió hace poco del fondo Mubadala, de Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos).

Se espera que sea el comienzo de una etapa, pues desde que fue creada Glovo siempre registró balances con números rojos, una circunstancia que no ha sido óbice para llegar a 200 ciudades de 26 países de Europa, África y Latinoamérica. Según los resultados del 2018, la empresa facturó 52 millones, un 268 % más, pero multiplicó por ocho sus pérdidas, hasta los 42 millones de euros.

“Llegó el momento de invertir para alcanzar la rentabilidad y dar retorno a los inversores”, asegura Óscar, que de paso descartó una eventual venta de su compañía bandera. También desechó la idea de salir a bolsa, lo que calificó como “un escenario bastante lejano”. En cambio, determinó cuál será el destino que le dará al dinero recibido recientemente en la ronda de inversionistas.

La primero será reforzar los mercados en los que acaba de aterrizar, como países de Europa del Este, Ucrania, Georgia y Kazajistán. Lo segundo, invertir en tecnología para mejorar la eficiencia de la aplicación. Por último, apostar por la categoría de supermercados y farmacia, reforzando los acuerdos estratégicos con compañías como Carrefour y aumentando el número de pequeños almacenes de alimentos”.

España, Portugal, Brasil, Egipto, Italia, Turquía, Georgia, Perú, Ucrania, Chile, Argentina, Rumanía, Ecuador, Marruecos, Uruguay, Kenia, Guatemala, Panamá, República Dominicana, Costa Rica, Francia y Puerto Rico son los países en los que Glovo está presente, los que podríamos llamar la punta del iceberg, porque ya tiene fijados sus ojos en Europa del Este, Oriente Medio y África.

“Allí hay ciudades muy interesantes para este negocio”, asegura Óscar. Sin embargo, la mira apunta hacia otro lado: la expansión la centraremos en Latinoamérica, que la cubriremos en su totalidad. El norte de Europa nos da algo más de miedo y, aunque no estamos cerrados a ello, no es nuestra prioridad, afirma. “Nuestra filosofía de trabajo es tener muy poco miedo al fracaso”, concluye.


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Sacha Michaud, mitad inglés, mitad canadiense y un poco español, es el cofundador de Glovo.