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Cuentan que lo bautizaron ‘negro’ porque era el día, el viernes, en que el color de los números de los comercios cambiaba de rojo a negro (de pérdidas a ganancias). Su origen es incierto, pero eso no importa, porque lo que realmente interesa es cómo el Black Friday pasó en poco tiempo de ser una costumbre exclusiva de los estadounidenses a un fenómeno de marketing de alcance global.
El culpable de esta transformación, por supuesto, es internet. Cuando llegué a los Estados Unidos, en 1998, el Black Friday era prácticamente desconocido en Colombia. De hecho, también era poco lo que yo conocía acerca de esta jornada que se celebra un día después del Día de Acción de Gracias, previsto para el cuarto jueves del mes de noviembre. Es un fin de semana único.
Hoy, se trata de una fecha esperada a lo largo y ancho del planeta sin distingo de ubicación geográfica, de modelo económico, de nivel de desarrollo o de idioma. Se lleva a cabo en España y prácticamente toda Latinoamérica, donde las empresas y los emprendedores descubrieron que esta era una buena oportunidad para activar el modo Navidad que ya ronda en el ambiente.
La principal característica del Black Friday, seguramente lo sabes, es que se realizan ofertas únicas, incomparables, que solo se dan en esta fecha. Las rebajas son increíbles y ciertamente es posible adquirir productos de alta calidad a precios irrisorios. Esa es la razón por la cual los consumidores esperan con ansiedad esta fecha y están atentos a la publicidad: saben que es una rapiña.
Tras la noche de celebración en familia, una velada en la que se agradecen las bendiciones recibidas a lo largo del último año, los compradores regresan a un plano terrenal y se dejan llevar por sus bajos instintos, son dominados por sus impulsos consumidores incontrolables. Cuando la jornada se realizaba exclusivamente en tiendas físicas, las romerías eran indescriptibles.
Hoy, se trata de una celebración híbrida, es decir, que las marcas de retail mantienen la tradición, pero ahora enfrentadas a una competencia feroz, voraz: internet. De hecho, muchas de esas mismas marcas juegan en los dos escenarios, el físico y el virtual, y eso es un ingrediente muy interesante de esta jornada: hay que ser omnipresentes, como lo son también los clientes.
Lo cierto es que hace años el Black Friday dejó de ser un fenómeno exclusivamente de EE. UU. y se convirtió en una gran oportunidad global. En España, por ejemplo, se espera que la ventas superen la barrera de los 1.700 millones de euros (unos 1.875 millones de dólares), con una media de consumo de 200/300 dólares por usuario. Como ves, no son cifras despreciables.
Uno de los datos más interesantes de los estudios realizados con ocasión del Black Friday en los años anteriores es que los consumidores compran de manera impulsiva. Tres de cada cinco clientes no pueden controlarse y terminan comprando artículos por valores más elevados de los que tenían presupuestados o, en su defecto, adquieren algo que no necesitan, ni buscaban.
Por qué compran, ¿entonces? Por el poder de las rebajas. La carga sicológica de un mensaje que dice “40 por ciento de descuento” o “60 por ciento de descuento” no es fácil de omitir. Sin embargo, hay que tener cuidado: si eres vendedor, para no caer en el error de muchos que ofrecen lo que ya está caduco o les sobra; si eres comprador, para tomar los debidos cuidados.
El que hasta hace unos pocos años era un día de locura propio de los estadounidenses, gracias a la magia de internet se transformó en un fenómeno global. Un día no solo para aprovechar las buenas ofertas, sino también para medirle el aceite al mercado. Te incluyo una sorpresa.
Aprovecha mi oferta de Black Friday: ¡es una locura!
El Black Friday es un gran negocio prácticamente para todos. Por ejemplo, las empresas de logística y entrega de envíos calculan que realizarán entre un 10 y un 21 por ciento más de entregas que el año pasado. Amazon, el gigante del comercio electrónico, ampliará en 8.500 el número de sus efectivos con ocasión de la jornada, para alcanzar un total de 40.000 trabajadores.
Pero, lo sabemos, detrás de un gran negocio siempre hay algo oscuro. Y en este caso es el riesgo de estafa, por partida doble. Por un lado, cuando compras en una web que no ofrece las garantías necesarias, esas que irrumpen con fuerza y desaparecen como por arte de magia después de que se llevaron tu dinero. Esas prácticas dolosas se incrementan especialmente en esta fecha.
Por otro lado, están las ofertas mentirosas, es decir, las ofertas que no son ofertas. Estudios que se realizaron con ocasión del Black Friday del año pasado demostraron que al menos uno de cada cinco artículos ofrecidos estaba más caro que su precio regular. Un engaño vulgar, una trampa en la que cayeron muchos. Además, dos de cada cinco de esas ofertas no habían reducido su precio.
Para evitar estas artimañas, es posible encontrar varias webs que te indican si en realidad el artículo que buscas está rebajado o es uno de tantos engaños. Inclusive, te dice qué marca o qué almacén lo tiene disponible por un precio más bajo para que lo compres allí. De igual modo, los precios de referencia de Amazon son un buen punto de partida: allí, las rebajas sí son de verdad.
Como en prácticamente todo en el mundo de los negocios, no hay reglas establecidas para el Black Friday, aunque sí algunas recomendaciones básicas. En el caso de los vendedores, la premisa es actuar con honestidad: esta jornada es una buena oportunidad, pero no para enriquecerse a costa del usuario, sino para ofrecer algo útil, para premiar a tus clientes regulares, para conquistar nuevos clientes.
No te las des de vivo, porque de pronto vas por lana y sales trasquilado. Tu credibilidad, el vínculo de confianza que has establecido con el mercado y la relación que ya tienes con tus clientes valen más, mucho más, que las ventas de un Black Friday, así que no las expongas. Si es una gran oportunidad para recibir ingresos extras, pero sobre todo para servir a tus clientes.
No importa qué ofrezcas, siempre y cuando sea algo de calidad que sirva para solucionar un problema o calmar un dolor de tu cliente, o algo que contribuya a su educación como emprendedor o a dar un paso adelante en su transformación personal. Algo como esto, sin duda, será bien recibido y agradecido. Lo demás, incluido el dinero, vendrá por añadidura.
Si vendes por internet, prepárate para garantizarle una experiencia positiva a tu cliente. Estudios realizados en años anteriores demuestran que en Black Friday el consumidor prefiere comprar por internet, para evitar las aglomeraciones en las tiendas físicas. Asegúrate de que tu oferta valga la pena, porque 9 de cada diez compradores se toma el tiempo de comparar con tu competencia.
Hace unos años, no muchos, el Black Friday era un día de locura propio de los estadounidenses. Hoy, la locura se contagió por doquier y es global, prácticamente, gracias a internet. Más que las ventas (que por supuesto me interesan), esta jornada me atrae porque es una oportunidad para ver quién hace buen marketing, quien pasa inadvertido y quién se transformó en payaso digital…