Todos, absolutamente todos, conocemos a alguien así: el comprador/acumulador compulsivo. En realidad, se trata de dos perfiles distintos, cada uno con sus características, pero que en algún momento pueden fusionarse. Cuando esto sucede, por supuesto, se trata de un caso crítico que requiere tratamiento especializado porque es un trastorno del comportamiento.

El comprador compulsivo es aquel que no tiene control sobre lo que gasta. De hecho, lo hace de manera impulsiva, casi inconsciente, y por lo general adquiere bienes o servicios que en verdad no necesita. Se trata, simplemente, de la respuesta a un impulso emocional: “Te lo mereces”, “Para eso has trabajado tan duro”, “¿Hace cuánto no te dabas un regalo?”.

El problema es que a veces, la mayoría de las veces, estas personas gastan más de lo que tienen o, en su defecto, dilapidan su dinero en algo que no es prioritario y después enfrentan problemas para responder por aquello que sí es importante. Un comprador compulsivo es una especie de adicto, como un apostador, como un fumador, como el que come por ansiedad.

Aunque socialmente se concibe que es un mal que afecta más a las mujeres que a los hombres, no es cierto: este impulso no hace distingo. Lo que quizás marca una diferencia es qué compra cada uno: las mujeres, ropa, calzado y cosméticos, principalmente. Una variante es que las mujeres no solo compran compulsivamente para ellas, sino para otros, como sus parejas o hijos.

Los hombres, en cambio, somos más dados a los artículos de lujo como relojes, ropa de marca, automóviles o implementos propios de nuestro deporte favorito (bicicletas, palos de golf). Es también común el consumo en restaurantes costosos dos o más veces a la semana. O, así mismo, los viajes de placer que la mayoría de las ocasiones están ligados a nuestras pasiones.

El acumulador compulsivo, mientras, es aquel que adquiere y guarda objetos varios porque cree que los va a necesitar en el futuro o por previsión. Entonces, como lo vemos en los Estados Unidos cuando hay un huracán o alguna otra tragedia natural, las personas van a las tiendas y los supermercados y arrasan con el agua, el papel higiénico o la crema dental.

A diferencia del comprador compulsivo, que responde a un estímulo emocional, el acumulador compulsivo se escuda en que necesita, o va a necesitar en el futuro, aquello que acumula. Lo más complicado es que se resiste a deshacerse de esas posesiones, aun cuando estén dañadas, tenga una versión más moderna (por ejemplo, un computador) o no haya espacio disponible.

Como sicólogo y como emprendedor, puedo decirte que, si bien quizás no seas un comprador compulsivo o un acumulador compulsivo clásico, estos males también son frecuentes en el mundo de los negocios. Dentro o fuera de internet, no importa. Y tampoco importa si eres alguien con experiencia o un novato, uno que apenas comienza, en especial en lo digital.

Te sorprendería saber cuántos emprendedores compradores/acumuladores compulsivos que he conocido a lo largo de mi trayectoria: ¡miles! ¿Cómo se manifiestan estos males? La forma más común es aquella de comprar cursos, libros o algún otro recurso como eventos virtuales o presenciales con la intención de adquirir el conocimiento necesario para sus negocios.


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El acumulador compulsivo guarda un exceso de artículos en previsión por el futuro.


En el marketing, como en la vida, tristemente hay muchas personas que son compradoras y/o acumuladoras compulsivas. Compran mil y un cursos, asesorías y mentorías; leen libros y asisten a decenas de cursos, pero fallan en lo más importante: no saben qué hacer con ese conocimiento.


El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que se involucran en un círculo vicioso interminable, en un espiral sin fin. Nunca están conformes con lo que han aprendido o, lo que es lo mismo, están convencidas de que les falta aprender mucho más. Entonces, compran cuanto curso, mentoría o evento de cualquier naturaleza les aparece en internet.

Estas personas están tan obsesionadas con acumular aprendizaje que quieren aprenderlo todo acerca de todo. Y eso, seguramente, sabes que no es posible. Nadie, absolutamente nadie, puede saberlo todo de todo y menos en este mundo moderno en el que lo que se impone es la especialización. Y tampoco tiene sentido, ni es necesario, saberlo todo acerca de una materia.

Si me conoces, quizás sabes que soy un eterno aprendiz: me encanta aprender. Tomo cursos, soy parte de grupos de mastermind, leo y escucho libros y estoy en permanente contacto con otros emprendedores y referentes del marketing para aprender de ellos. Y también tengo mis mentores, a los que consulto regularmente. No pasa un día en el que no haya un aprendizaje.

Sin embargo, algo que me enseñaron mis padres y mis mentores, y que reforcé en el largo camino que he recorrido como emprendedor en más de dos décadas de trayectoria, es que solo debes, solo puedes ser experto de una o dos áreas o materias. Para el esto, sean cuales fueren, están los especialistas que bien pueden ser parte de tu equipo o subcontratados.

Mis especialidades, por ejemplo, son el marketing y la mentalidad. El primero, porque es el tema que estudio, el que me apasiona, aquel en el que quiero ser el número uno. El segundo, fruto de mi formación como sicólogo, otra carrera que me encanta. Por supuesto, he aprendido sobre copywriting, sobre tráfico y publicidad, sobre organización de eventos.

Conozco más de lo básico de esas especialidades y algunas más: escribo secuencias de email o cartas de ventas, corro campañas publicitarias en redes sociales y soy anfitrión de diversos eventos presenciales y virtuales. Sin embargo, también me respaldo en profesionales de cada una de estas y otras materias, a sabiendas de que, sin duda, me darán mejores resultados.

Lo otro que me diferencia del 99,9 por ciento de los emprendedores del mercado, y una de las razones por las cuales me convertí en referente y me he mantenido así durante más de 24 años, es lo que hago con ese vasto conocimiento que adquiero. ¿Sabes a qué me refiero? A la octava de las 8 Reglas de los Emprendedores Exitosos, mi libro best-seller (descárgalo aquí).

¿Cuál? Tomar acción, H-A-C-E-R. Aprendí que ese conocimiento no sirve de nada si no lo traduzco en acciones, en estrategias efectivas y en resultados. Cuando una persona aprende, pero no pasa a la acción, se convierte en un comprador/acumulador compulsivo. Lo peor es que el conocimiento guardado, el que no se comparte, pronto pierde su valor, se oxida.

Más importante que aprender, es emprender, es decir, comenzar a andar. Quizás hayas escuchado mi frase de “los emprendedores vamos construyendo el avión mientras lo volamos”. Significa que no tienes que esperar a saberlo todo, no puedes obsesionarte con la idea de empezar solo cuando tu proyecto esté perfecto: comienza, que se hace camino al andar.

Aunque te falte algún conocimiento, si eres experto en un tema, si quieres que ese saber se transforme en ingresos recurrentes, si anhelas convertir aquello que te apasiona en un negocio rentable, ¡ESTE es el MOMENTO, ESTA es tu OPORTUNIDAD! Lo que quizás te falta es aprender a empaquetar tu conocimiento y venderlo a precios prémium, servir a otros a través de él.

Si crees que esto es para ti, si crees que es tu oportunidad, si es lo que anhelas, acá vas a encontrar la información que requieres para comenzar…


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