Imagino que a ti también te ha pasado. Es cuando en las redes sociales o en un periódico ves el aviso clasificado de una empresa en busca de un candidato para un puesto, para uno cualquiera. Al mensajero le exigen posgrado, maestría, ser bilingüe, tener al menos cinco años de experiencia… Ah, eso sí, ofrecen el salario mínimo.

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Es un mal de la sociedad moderna, al que las empresas y los negocios no somos ajenos. Conozco muchos trabajadores excelentes en su ramo, con acreditaciones fabulosas, pero que siempre son rechazados por aquello que llaman ‘sobrecalificación’. La verdad simple y llana es que la empresa en cuestión no está dispuesta a pagar lo que vale.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

La adecuada administración del tiempo es una necesidad.

Un fenómeno que se ha traducido en algo que hace unos años era visto como una virtud, pero que hoy, sin duda, es un terrible defecto: nos volvimos toderos, somos multitarea. Necesitamos saber de todo, aprender de todo y hacer de todo para ser visibles a las empresas y tener una mínima chance de optar por un puesto.

Y a los emprendedores se nos pegó ese vicio. Es cierto que en la etapa inicial, cuando estamos en plan de ajustar nuestro negocio y ponerlo en funcionamiento, nos vemos obligados a cumplir mil y una tareas. A veces, porque nadie cree en nuestro proyecto, porque nadie comparte nuestro sueño; a veces, porque no hay recursos para contratar personal.

Como sicólogo que soy, puede decirte con autoridad que uno de los culpables de esta situación es tu cerebro. Fuimos programados con la creencia de que somos mejores, de que valemos más, en la medida en que seamos capaces de hacer más, de asumir más tareas de manera simultánea. Y, claro, nos sentimos felices echándonos pesadas cargas a la espalda.

Aunque no podemos concluir todas las tareas, aunque algunas honestamente quedan mal hechas, aunque el cuerpo comienza a protestar por la sobrecarga, el cerebro nos dice que así somos felices. Sin embargo, por supuesto, no es así. Lo que provocamos es una saturación que tarde o temprano nos va a derrotar, va a agotar nuestras fuerzas y energía.

La mujer latina suele abrogarse más tareas de las que puede realizar.

Es una creencia tan enraizada en nuestras costumbres, que en Latinoamérica las mujeres se ufanan de ser multitarea en las labores domésticas y en el trabajo, como un factor diferenciador con los hombres. Son loables, son admirables, sin duda, pero la capacidad multitarea debe tener un límite, porque los seres humanos tenemos un límite.

Efectos nocivos

¿Por qué es malo abusar de esa condición de multitarea? En primer lugar, como ya lo dije, porque a largo plazo se agotan tus energías y tus fuerzas. Además, porque cuando se desborda nuestra capacidad de acción y ejecución, comenzamos a aplazar (procrastinar) o simplemente dejamos las tareas a mitad del camino. Sea cual sea la opción, su efecto es nefasto.

En tercer término, porque después de determinado tiempo (cuánto, depende de cada cual) comenzamos a perder la concentración. Quizás puedas enfocarte adecuadamente en una labor, pero a cambio tendrás que desentenderte de otra. Crees que haces las dos tareas a la vez, pero en realidad interrumpiste una y le diste prioridad a otra. Así es la realidad.

Del afán, y del vicio multitarea, solo queda el cansancio.

Piensa en las mujeres de tu casa, tu mujer o tu madre: empiezan una labor y pronto suman otra, y otra, y otra. Para ellas, todas son importantes, todas son prioritarias; la única que las puede terminar a satisfacción es ella. Cocinan, cuidan de los niños, atienden el teléfono, responden correos, cuadran citas con las amigas, dan instrucciones al jardinero…

Pero, claro, tú y yo sabemos cómo termina esta película: a la media hora, a los tres cuartos de hora, escuchas un grito como si el mundo se fuera a acabar. Es, justamente, cuando la mente dice ¡No más! La capacidad multitarea desbordó sus capacidades y las llevó al colapso. Y lo mismo puede sucederte a ti en tu negocio si cultivas ese terrible vicio.

La productividad y el éxito son resultado directo de tus acciones y tus decisiones. Entonces, es mejor ir más lento, pero también más seguro (sin tantos errores). Programa tu día, prioriza las tareas, asume las más importantes y el resto delégalas. O agéndalas para otro momento. No te creas un superhéroe, porque estos personajes solo existen en las historietas. Hasta pronto.