Si hubiera una forma de medirlo, estoy seguro de que muy pocas personas podrían anticipar el resultado. ¿Sabes cuál fue la palabra que más escuchaste durante tu niñez, especialmente de boca de tus padres? O, mejor esto: ¿Sabes cuál es la palabra que más usas ahora que eres padre, cuando te diriges a tus hijos?

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Cuando un amigo me propuso este reto, lo acepté porque me pareció divertido. Sin embargo, después de varios minutos de echarle cabeza, de soltar varias opciones, me di por vencido. No podía entender cómo era incapaz de responder una pregunta que se antoja tan sencilla, pero estoy seguro de que tú, en este momento, sientes lo mismo.

“No es tan difícil”, “No te vayas por entre las ramas”, “No estás siendo lógico”, “No estás pensando adecuadamente”, me decía mi amigo, mientras disfrutaba mi incapacidad para dar la respuesta correcta. Lo increíble, lo más insólito, era que él mismo respondía la pregunta, pero yo no me daba cuenta. Al final, entre risas, tuve que aceptar mi derrota.

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Cuando somos niños, nos programan la mente para el NO.

¿Ya diste? ¿No? Voy a terminar con el suspenso: la palabra, la bendita palabra, es ¡NO! El problema es que estamos tan familiarizados con ella, la empleamos con tanta frecuencia, que ni cuenta nos damos. Nuestra mente está programada para el NO, de ahí que muchas veces no tengamos la vida que deseamos, la que creemos merecer.

“Juanito, no hagas eso”, “No cojas el florero”, “No votes la comida”, “No molestes al gato”, “No te muerdas los dedos”, “No pelees con tu hermano”, en fin. No, no y no. Crecimos en el modelo educativo de la negación, pero luego NO entendemos por qué NO somos felices. Lo peor es que NO tenemos la culpa, o no la asumimos.

Educación negativa

“No soy capaz”, “No creo que me alcance el dinero”, “No estoy seguro de que sea el momento”, “No sé si el producto que ofrezco le interese al mercado”. Nuestra mente, programada para el NO, nos impide ver lo bueno, aprovechar las oportunidades. Sin embargo, fíjate la ironía, NO todo está perdido: aún tenemos una opción.

¿Cuál? Entender que toda situación tiene dos caras, la positiva y la negativa, la cara y cruz como una moneda. No se trata de NO decir NO. Lo que necesitamos aprender es cuándo nos conviene decir NO, cuándo es necesario. En la vida, en los negocios. Entonces, hay que aprender a decir NO, hay que establecer un criterio que nos permita acertar.

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El lado bueno del NO es una herramienta poderosa.

Hay que decir NO, rotundo, a lo que te ancla en el pasado. NO a lo que te impide crecer. NO a lo que es dañino para tu salud. NO a lo que va contra tus principios y valores. NO a lo que se antoja fácil, y encierra riesgos peligrosos. NO a las personas tóxicas y negativas que te distraen. NO a la improvisación y NO a todo cuanto no te haga feliz.

Cuando éramos niños, nuestros padres y maestros nos enseñaron muchas cosas de la misma manera que ellos las aprendieron, que ellos las hacían. Sin embargo, con el paso del tiempo comprendimos que había otras formas, otras posibilidades. Vimos que también podíamos imprimir nuestro estilo y nos dimos cuenta de que así lo disfrutábamos más.

Dijeron que era terquedad, pero NO. Dijeron que éramos rebeldes, pero NO. Dijeron que estábamos equivocados, pero NO. Dijeron que nos íbamos a arrepentir, pero NO. Descubrimos, sin querer queriendo, que el NO también tiene su lado bueno, que decir NO a veces es positivo. Y si logramos llevarlo a un nivel consciente, adquirimos una herramienta poderosa.

La clave está en lo que acabo de decir: llevarlo a un nivel consciente. Un NO impulsivo puede llevarte al error, un margen que se minimiza con razonamiento, habiendo sopesado las opciones. Es un aprendizaje, es también un hábito que debemos cultivar. Aprender a decir NO seguramente nos granjeará enemigos gratuitos, pero nos evitará algunos problemas.

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Aprender a decir NO es un acto que nos brinda tranquilidad.

Decir NO cuando es lo que deseas, cuando es lo que te conviene, cuando es lo que te brinda seguridad, es un increíble acto de honestidad contigo mismo y con los demás. Eres fiel a tus principios, a tus valores. NO le tengas miedo a decir NO; enfócate, nada más, en cuándo es la vía a la solución, cuándo es la salida adecuada, cuándo NO hay más opción. Un buen ¡NO!, créelo, puede ser la palabra mágica del éxito.