Hace rato no me comía unos tacos en tan buena compañía. Y no hablo de los acompañamientos que me ofrecieron en el restaurante, que debo decir estaban deliciosos, sino de las personas que me acompañaban en la mesa: mi amigo Phil Alfaro y mi discípulo Alejandro Álvarez. La cita se dio en el downtown de San Francisco, ciudad encantadora.

Estar allí, así sea por trabajo, siempre es un placer. Y más cuando tienes la posibilidad de compartir con personas que han dejado huella en tu camino, como el caso de Phil, o de aquellas a las que has tenido el privilegio de guiar, como Alejandro. Además, están vivos los recuerdos de la primera vez que nos reunimos, hace unos años, aquí mismo.

En aquel entonces, Phil me invitó a comer tacos en un restaurante en el que Alejandro los preparaba. Me llevó por dos motivos: el primero, gastronómico, es que le gustan muchos los tacos; el segundo, relacionado con el trabajo. Quería presentarme a Alejandro, un joven que luchaba por salir adelante en la vida, pero que estaba lejos de ser feliz.

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Con mi amigo Phil Alfaro y mi discípulo Alejandro Álvarez en el ‘downtown’ de San Francisco.

¿Por qué? Porque aquel trabajo, digno y respetable como cualquiera otro que se cumpla con honradez, no era su sueño. Lo realizaba porque lo necesitaba, porque era el que le proveía el sustento económico, pero no era lo que le apasionaba. Phil lo sabía porque, entre taco y taco, se generó una confianza y Alejandro se animó a abrirle su corazón.

Aquella vez, Phil me pidió que escuchara la historia de Alejandro y a él le sugirió que escuchara con atención lo que yo podía decirle. La verdad, si bien podría ser una historia común y corriente, una más de cuantas escucho a diario en mi trabajo, desde el comienzo logré una conexión con este joven: me impactó su pasión, la convicción de sus sueños.

Cuando conozco a alguien (o me lo presentan) con la idea que lo ayude o al menos le pueda aportar una luz en el camino, hay un requisito que no negocio: la disposición. Tú puedes tener una buena idea, los recursos, el dinero, el apoyo de un buen equipo de trabajo, pero si careces de disposición, nada sirve: sin disposición es con si te faltara todo.

¿Por qué? Porque lo más importante para alcanzar tus sueños, lo único indispensable, es que actúes. Y eso, precisamente, es la disposición. Y la detecté en Alejandro tan solo después de sus primeras frases: vi que tenía una buena idea, que había diseñado un plan, pero le faltaba ese espaldarazo que le permitiera dar el primer paso.

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Contar con una mano amiga, que te apoye y te guíe, es vital para alcanzar el éxito.

Cuando terminó su historia, le pregunté: ¿Qué esperas para entrar en acción? Me miró sorprendido y contrapreguntó: “¿Qué debo hacer?”. En ese momento, Phil asumió las riendas de la conversación y le habló de las diferentes formas en que yo lo podía ayudar y le dijo que lo único que debía hacer era dejar sus miedos y echarse al agua.

Y se echó, con miedos y todo. Tomó algunos de los cursos que le ofrecí y en unos meses cumplió el primero de sus sueños: renunciar a la taquería. El negocio que había montado en internet le proveía los ingresos que necesitaba y, además, le demandaba todo su tiempo, todas sus energías, todos sus esfuerzos, todos sus recursos.

Un testimonio valioso

“Como muchas personas por ahí, yo era uno más de los que se quejaba porque no tenía un patrocinador. Y, como tú bien dices, yo estaba trabajando en la taquería y comencé, como todos, desde abajo, pero al mismo tiempo estaba tratando de ver cómo hacer un negocio en internet. Pero, me encontré con Álvaro, que fue el que me despertó”, contó.

Y agregó: “Básicamente, me hizo ver que el sueño que yo tenía sí se podía hacer realidad, pero que debía escoger un camino; no muchos caminos, sino un camino. Irme por allí y seguir los ejemplos y los consejos de alguien que ya había pasado por ese camino”. Y comenzó a trabajar, muy duro, con perseverancia y convicción, y lo logró.

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Alejandro Álvarez comenzó de abajo, como muchos lo hicimos, y trabajó para cumplir sus sueños.

“Muchas veces, creemos que va a haber un atajo o nos vamos por donde se ve más bonito y descubrimos que era el camino equivocado, nos perdemos y volvemos al punto de inicio nuevamente. Y es doloroso”, relató. “Ahora puedo decir tengo un estilo de vida en internet y dependo siempre del negocio ahora. Ya no estoy haciendo tacos”, agregó.

No hay nada que me produzca mayor satisfacción en mi trabajo que encontrarme con personas como Alejandro. Entendió que para alcanzar los sueños hay que pagar un precio con sacrificio, esfuerzo, educación y, sobre todo, acción. Y él se acogió perfectamente a las indicaciones que le di y pronto vio resultados positivos que lo alentaron a seguir.

Lo más importante es comprobar que el único camino seguro (no fácil, no cómodo, no corto) para alcanzar el éxito en los negocios (y, por ende, la felicidad en la vida) es trabajar con aquellos que ya pasaron por ahí, que ya superaron esas dificultades, que ya llegaron a la cima y que, especialmente, tienen la pasión y la vocación para ayudarte.

Yo tuve la fortuna de encontrarme con personas muy valiosas en mi camino en una etapa que fue muy complicada en mi vida. De no haber sido por esas manos que me tendieron, de no haber contado con la guía de mis mentores, no estaría donde estoy, no habría construido esta vida que me hace feliz, no tendía este negocio que me enorgullece.

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El camino que conduce al éxito y la felicidad es largo y peligroso. Necesitas estar acompañado.

La lección más grande que puedo ofrecerte es mi propia vivencia, y la de Alejandro Álvarez por añadidura: si quieres ser exitoso, si deseas acortar la curva del aprendizaje, si quieres transitar un sendero más seguro, necesitas un mentor. ¿Por qué? Porque nadie se hizo solo en los negocios, nadie triunfó solo en los negocios: todos necesitamos de otros.

Por supuesto, estoy a tu disposición, al menos para escucharte y saber si de alguna manera te puedo ayudar. Igual, a diferencia de la época en que comencé, que casi no había referentes ni personas preparadas a las que se pudiera acudir, hoy hay muchos líderes bien formados, capacitados y, lo mejor, dispuestos a ayudar a otros.

Si quieres que sea Álvaro Mendoza el que te acompañe en este camino, te agradezco la confianza y te garantizo que haré mi mejor esfuerzo para llevarte a donde quieres estar. Si escoges otra opción, te deseo la mejor de las suertes. Eso sí, no te des el lujo de andar solo, no te creas un superhéroe, porque el precio que puede pagar es demasiado alto.