Iniciar un negocio es una de las decisiones más arriesgadas que un ser humano puede tomar en su vida. Más, en el caso de un emprendedor, que hace una apuesta al todo o nada. “Tengo una buena idea y voy a comenzar un negocio” es una frase que escucho con frecuencia. Ese es el punto de partida, pero no necesariamente el camino al éxito.

¿Toda idea es buena? En esencia, sí, mientras esté destinada a conseguir beneficios loables, comunes, honestos. Sin embargo, y ese es el punto en el que fallan algunos emprendedores, no toda buena idea es un buen negocio. Y, por supuesto, no es una cuestión semántica, ni trato de confundirte con un trabalenguas.

Lo que distingue al ser humano del resto de especies de planeta es su capacidad de raciocinio, única por estos lares. Irónicamente, sin embargo, el hombre adopta las decisiones más importantes de su vida basado en corazonadas, en impulsos emotivos, en sentimientos. Es un riesgo en la vida, es un riesgo inmenso en los negocios.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Que algo te guste y lo disfrutes no significa que va a ser un buen negocio, uno rentable.

He conocido a personas que montaron un restaurante porque les gustaba cocinar. “Esa es mi pasión”, es la frase que sustenta su decisión. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando ponen en marcha el negocio, se dan cuenta de que no es lo suyo, que no lo disfrutan. Un tema es cocinar por afición, otro muy distinto es hacerlo profesionalmente.

Y sé muy bien lo que implica manejar un restaurante. Recuerdo que cuando vivía en Colombia, a finales de los años 90, la señora Julita, mi mamá, decidió abrir un restaurante. Lo montó en una zona donde los clientes ‘llovían a cántaros’ y debo decir que conozco pocas personas que cocinen tan bien y con tanto amor y pasión como ella.

A los pocos meses, sin embargo, tiró la toalla. Y no porque le fuera mal: de hecho, le iba muy bien. Sin embargo, el estrés de estar al frente de un negocio que tiene demasiadas arandelas la agotó. Se enfermó, le cambio el genio y, lo peor, no lo disfrutó. Entonces, entendió que eso no era lo suyo, cerró y se dedicó a algo más tranquilo y saludable.

El mensaje de este ejemplo (y muchos más que puedo traer a colación) es que no siempre lo que me gusta hacer se puede transformar en un buen negocio. Y, como dije, no se trata de obtener ganancias: de lo que hablo es de que esa labor esté empatada con tu pasión, la disfrutes y te permita ser feliz, además de próspero y exitoso.

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Si estás enamorado de lo que haces, ese es el primer paso para que se convierta en un negocio próspero.

Cuando alguien me dice que desea montar un negocio en internet, lo primero que le pregunto es si está enamorado de eso que hace, de lo que quiere hacer. Cuando tú te enamoras de una mujer, el amor te permite ser tolerante con sus defectos, con sus manías, con esos detalles que a veces hacen tan difícil la convivencia.

Si hay amor, si alimentas ese amor cada día, si te enfocas en las virtudes y haces caso omiso de los defectos, las probabilidades de que ese matrimonio sea “hasta que la muerte los separe” son elevadas. Y lo mismo ocurre, por supuesto, en los negocios: no se trata solo de que te guste, sino que debes saber soportar lo negativo, esos días malos.

Busca las aguas mansas

Cuando tú estás enamorado de tu negocio, haces cosas a las que no estarías dispuesto en un trabajo convencional: trabajar ‘horas extra’, dormir poco, sacrificar tiempo libre, olvidarte de los fines de semana, en fin. Enamorarte de tu negocio implica pasión, dedicación, responsabilidad, paciencia y tolerancia, entre otras características.

Tu idea de negocio puede ser buena, pero si no estás enamorado de eso, si no tienes una gran pasión por eso, mejor abstente: ¡El riesgo de fracaso es muy elevado! Inclusive si tienes éxito en lo económico, como te conté de la señora Julita, a veces la vida nos enseña que estamos en el lugar equivocado. Entonces, con los trastos a otro lado.

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Antes de lanzarte al ruedo, haz un ejercicio sencillo que puede evitarte muchos dolores de cabeza.

Una segunda condición que debes contemplar a la hora de elegir el negocio que vas a montar es qué tanto conoces de esa actividad. Algunos, a veces, se dejan llevar por las tendencias del mercado, porque les prometen el oro y el moro, porque creen que todo lo que brilla es oro, y terminan estrellados contra una realidad muy dura: el fracaso.

Si vas a montar un restaurante, no solo debes saber cocinar. Necesitas entender cómo funciona la cadena de aprovisionamiento, el cuidado de los alimentos (especialmente, los perecederos), la selección de las materias prima y, algo vital: la escogencia del personal. Tu éxito depende del éxito del chef, los demás cocineros y de quienes atienden las mesas.

Si alguno de esos aspectos es un cabo suelto, tarde o temprano lo vas a pagar caro. Si quieres montar una discoteca, pero no conoces las normas de seguridad o de salubridad, si no implementas un esquema de seguridad, si no sabes de las condiciones para emitir música (por aquello de los derechos de autor), la vas a pasar muy mal.

Si el corazón te dice que es el momento de liberarte de las ataduras de tu empleo convencional y darle rienda suelta a ese emprendedor que llevas dentro, y estás decidido a luchar por tus sueños, no basta con que tengas una buena idea. Para minimizar el riesgo de error, te comparto una estrategia que a mí me ha resultado muy efectiva.

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Buenas ideas puedes tener muchas, pero siempre hay una con más posibilidades de ser exitosa.

En primer lugar, haz una lista de diez labores que desempeñes con un sobresaliente, es decir, por encima del promedio. Después, elabora una en la que incluyas aquellas actividades que más te agradan, que más disfrutas. Y, por último, completa otro decálogo con esos negocios que, según tu concepto, son más rentables en el presente.

Ahora, entonces, tienes que tabular: selecciones exclusivamente aquellas que se repiten en las tres listas (una, dos, las que sean) y desecha las demás. Te gusta cocinar, eres buen cocinando y un restaurante es un buen negocio. Ahora, entonces, debes mirar el mercado: ¿hay demasiada competencia para ese restaurante que quieres montar?

En este tema específico, te aconsejo que leas el libro La estrategia del océano azul, escrito por W. Chan Kim y Renée Mauborgne. El mensaje fundamental de esta obra es “Navegue en un océano azul, tranquilo, no navegue en un océano rojo lleno de tiburones”. La gente del común, sin embargo, se mete en las aguas turbulentas de la competencia feroz y fracasa.

Recuérdalo: no toda buena idea es un buen negocio. Si no estás enamorado de esa idea, deséchala. Si esa idea combina lo que te gusta, lo que sabes hacer y lo que puede ser rentable, trabájala. Hay muchos negocios que nacen muertos y esto solo ocurre porque el gestor no supo cómo elegir entre la cantidad de buenas ideas que tenía. ¡Qué tristeza!