Pasaron ocho años desde que mi amigo Emil Montás me invitó a hacer un evento en República Dominicana, pero estoy completamente seguro de que no pasará tanto tiempo antes de que vuelva a este espectacular país para otro de mis eventos. Comando Secreto era una gran ilusión y, afortunadamente, superó las mejores expectativas.

Viajo con frecuencia y estoy acostumbrado a organizar eventos, completarlos y regresar a casa a reencontrarme con mi esposa y mis hijas. Es lo que más deseo; de hecho, lo único que deseo. Por eso, las horas de vuelo y trasbordos, las pausas en los aeropuertos, me fastidian tanto. Por eso, también, procuro aprovechar ese tiempo para reflexionar.

Y las reflexiones que quiero compartir contigo en estas líneas se relacionan con República Dominicana y, especialmente, con su gente. Lo que más me agrada es que no es una opinión personal, sino un sentimiento unánime: es el mismo de los miembros de Comando Secreto, que llegaron de Colombia, Chile, Perú y México (excluyo a los anfitriones).

Desde que tú te bajas del avión y tienes contacto con el personal de seguridad o de inmigración, solo recibes sonrisas. Pero, no una sonrisa cualquiera: una auténtica, espontánea, transparente, de esas que salen del alma. Y así se mantiene todo el tiempo que estás en ese país, con todas las personas. Y también cuando te vas, en la despedida.

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Tras cumplir con la misión que nos unió, nos fuimos de rumba. El que vive es el que goza…

La vida me ha dado la posibilidad de viajar por doquier, una de mis más grandes pasiones, y he tenido incontables experiencias. Conozco a cientos de personas que trabajan en inmigración, como meseros o botones, como conductores o vendedores. Los hay de todos los calibres, razas y condiciones, de todas las calidades humanas y profesionales.

Sin embargo, aunque hago un buen esfuerzo, la memoria no recuerda otro lugar en el que la experiencia haya sido tan grata, tan enriquecedora. Quizás no puedo recordarlo simplemente porque antes no lo había vivido. No, al menos, de la misma forma que lo viví estos siete días que estuve en República Dominicana.

Y quiero aclararte algo: ¡Ni siquiera fuimos a la playa, tampoco nos echamos a la piscina! Tuvimos dos ratos de esparcimiento, uno en la tarde del jueves (al cabo de la tercera sesión), con una clase de bachata al borde de una piscina, y luego en el grandioso espectáculo de Coco Bongo, uno de los principales atractivos turísticos de Punta Cana.


Comando Secreto no fue un evento más de marketing. Fue una semana de muy
alto nivel académico, en el que, como lo habíamos prometido, con mi amigo
Gus Sevilla desnudamos nuestros secretos. ¡Lástima si te lo perdiste!


El resto del tiempo, nos dedicamos a lo que vinimos: a trabajar. Y trabajamos mucho, y de manera muy enriquecedora. Mi amigo y socio de esta aventura Gus Sevilla, en la apertura del evento, nos fijó una meta: “Hay que acabar la misión, cueste lo que cueste”, dijo. Y lo hicimos todos, con disciplina militar, con gusto, con profesionalismo, con corazón.

Lo hicimos, puedes creerme que lo hicimos. Me llevo una gratísima impresión de las personas que conformaron esta primera versión de Comando Secreto, que se entregaron íntegramente, con compromiso y pasión. Pero, volvamos al comienzo: República Dominicana y su gente. Estas fueron las cinco lecciones más valiosas que me enseñaron:

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Compartir con personas tan especiales como Juan Francisco De Martí y Gus Sevilla fue muy enriquecedor.

1) La gente es lo que vale: desde hace un tiempo, pero con marcada tendencia en los últimos meses, los encantadores de serpientes del mercado nos dicen que la clave del éxito está en los robots. Aunque ellos no nos compran, aunque con ellos no establecemos una relación, nos dicen que las máquinas son el presente y el futuro de los negocios.

¡Cuán equivocados están!, porque si bien la tecnología es fabulosa y nos facilita las tareas, lo que vale es la gente. Y gente de calidad humana es lo que abunda en República Dominicana. Es una cultura que se transmite de generación en generación, un estilo de vida, una misión que cada uno cumple a cabalidad. La gente es la que marca la diferencia.

2) El servicio es lo primero: que estés en un restaurante tipo bufé y haya decenas de meseros (¡sí, decenas!) listos a atender a la mesa, a llevarte la bebida, a recogerte los platos, es una novedad. Es la sólida cultura del servicio que hay en este país, en el que el turismo es más que una forma de vida: ¡Lo es todo, es la vida misma!

Muchas veces, nos enfocamos en las ganancias, en el producto, en mil y una cosas diferentes. Y nos olvidamos de lo más importante: la atención al cliente, su satisfacción, la experiencia que le podemos ofrecer. Eso lo tienen claro en República Dominicana y, por eso, el flujo de turistas es superior al 75 por ciento a lo largo del año (en todo el país).

3) La experiencia es la clave: ¿cómo conseguir que clientes de países tan diversos como Chile, Argentina, Brasil, Estados Unidos, Japón o Rusia conformen un permanente flujo de visitantes a República Dominicana? Podría decirse que mantenerlos contentos a todos es imposible, pero en República Dominicana encontraron la fórmula adecuada.

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Durante más de cinco horas, disfrutamos una intensa descarga de emociones, música, video y acrobacias.

¿Sabes cuál es? La experiencia. Sí, eso que vives mientras estás allí, bien sea como turista o en plan de trabajo como hicimos los participantes de Comando Secreto. Como te dije, no hubo oportunidad de ir a la playa y el vestido de baño nunca salió de la maleta, pero la pasamos increíble, fue algo insuperable. La experiencia, sin duda, es inolvidable.

4) Promesa cumplida: el mundo del turismo, al igual que el de los negocios, está inundado de eslóganes creativos y llamativos que, en muchas ocasiones, no superan esa categoría. Es decir, lo que se dice no se hace realidad, la promesa no se cumple. Esa, seguramente lo sabes, es una de las razones por las cuales el cliente se aparta de tu lado.

En República Dominicana te venden el paraíso, y te lo brindan completo: el mar, la naturaleza, la tranquilidad, la experiencia; todo se conjuga. Recuerdo que hace ocho años, cuando me invitó a su país, mi amigo Emil Montás me dijo: “¡No te vas a arrepentir!”. No, por supuesto, no estoy arrepentido: estoy feliz por esta espectacular experiencia.

5) La pasión se contagia: el éxito, lo he dicho en otras ocasiones, es la sumatoria de las condiciones que lo provocan. Fue tan inspirador el ambiente en que trabajamos, que nos contagiamos de esa pasión de los dominicanos y, derrumbando barreras y rompiendo paradigmas, cumplimos la promesa de la invitación: “¡Será la mejor semana de tu vida!”.

El compromiso, la alegría, la vocación de servicio y la forma de ver y vivir la vida de los dominicanos nos enseñaron que se vale soñar si te atreves a correr el riesgo de luchar para que se cumplan. Así como lo malo se te pega, lo maravilloso de la vida se contagia y República Dominicana nos contagió con belleza, alegría, su naturaleza y, claro, su gente.

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El sombrero de cogollo de caña, otro símbolo de Comando Secreto.

Hoy no sé cuándo regresaré a República Dominicana. Sin embargo, prometí volver y, de la misma manera que lo hago en mis negocios, procuraré cumplir la promesa. Comando Secreto es de lo mejor que ha sucedido en mi vida recientemente y estoy seguro de que no habría sido tan espectacular si se hubiera llevado a cabo en un país diferente.

IMPORTANTE: La próxima edición del «Comando Secreto» se realizará igualmente en Punta Cana. Si te interesa que te avisemos cuando determinemos las fechas, contáctanos.