Opacado por la meteórica y aplastante irrupción de la imagen en el ámbito digital, con la fotografía y el video, por un tiempo el audio pasó a un segundo plano. No desapareció, solo que dormía la siesta para regresar con renovados bríos: hoy es el formato preferido de los nativos digitales y el arma secreta de los medios de comunicación tradicionales para conectar con las audiencias.

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Se les levantó otro muerto a los enterradores de internet. Como en el episodio bíblico, el dios del marketing, que es el mercado, le dijo al Lázaro del siglo XXI “¡Levántate y anda!”. De la misma manera que mataron y enterraron al email marketing y al marketing de contenidos, que están más vivos que nunca y siguen haciendo travesuras, el pódcast no estaba muerto, estaba de parranda.

Hagamos un poco de historia. Por allá en el lejano 1873, el escocés James Clerck Maxwell, físico de profesión, formuló la teoría de las ondas electromagnéticas, la semilla de la radio. Después, en 1887, el alemán Heinrich Hertz descubrió la forma de producir y detectar las ondas y en 1894 el serbio Nicola Tesla realizó la primera prueba de una transmisión de radio. Ya faltaba poco.

El alumbramiento de la criatura se produjo en 1895, por cuenta del italiano Guillermo Marconi, un ingeniero electrónico al que la historia señala como el gran impulsor de este genial invento. Él construyó el primer sistema de radio, a comienzos del siglo XX. Envió señales desde el Viejo Continente hasta este lado del Atlántico, a través de 3.360 kilómetros. ¡Algo formidable!

Al español Julio Cervera, que colaboró en el laboratorio de Marconi por un corto período, se le atribuye la creación de la radio. ¿Por qué? Porque fue él quien logró resolver el problema de la telegrafía sin hilos, lo que hoy conocemos como la radio. Transmitió voces, ya no señales electromagnéticas, entre Alicante e Ibiza, en 1902. Y luego fue el turno de Suramérica.

Sí, porque al argentino Enrique Telémaco Susini se atribuyen las primeras transmisiones de entretenimiento regulares. Comenzaron el 27 de agosto de 1920, con ocasión de la ópera de Richard Wagner Parsifal, en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Él mismo fue el locutor y transmitió desde la azotea del escenario. Cinco años después, había 12 estaciones de radio en ese país.

No es la radio, entonces, un fenómeno reciente o algo que se haya derivado de la revolución digital, de los avances tecnológicos surgidos en los últimos 25 años. La radio, por decirlo de alguna manera, es la prehistoria de los medios de comunicación. Aunque las primeras transmisiones de la televisión se dieron a mediados de los años 30, la radio reinó durante muchos años.

Sí, porque la tv se demoró un poco en llegar a los hogares, por cuestiones de costos. En cambio, la radio ya se había convertido en la gran compañía, en la disculpa para que la familia, incluidos los niños, se reunieran en las noches a escuchar música o transmisiones en vivo y en directo. Y por la misma época apareció la radio transistor, una maravilla que podíamos llevar a todas partes.

Con los años, las radios se hicieron más pequeñas y sofisticadas. Incorporaban las frecuencias amplificada (AM) y modulada (FM), con sonido de mejor calidad y en estéreo, aunque la recepción de la señal no era tan confiable como podríamos desear. Y algunos aparatos traían también la onda corta, a través de la que se podían escuchar las conversaciones de los radioaficionados.

Más tarde irrumpieron las radiograbadoras, que nos permitían grabar la música que más nos gustaba. Y traían parlantes más poderosos, de ahí que se convirtieron en compañía infaltable durante los paseos familiares o con los amigos. Y ya en los años 80 evolucionó al walkman y después a los dispositivos digitales. Hoy, hasta los celulares de última generación vienen con radio.

Y es por lo que resulta curioso, por no decir que irónico y contradictorio, que los enterradores de internet hayan querido darle cristiana sepultura a la radio. Siempre ha estado ahí, a pesar de que hubo momentos en los que la fuerza de otros formatos y la moda de nuevos dispositivos la enviaron a un segundo plano. Y siempre ha sido una de las más poderosas herramientas de comunicación.


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El audio es un formato muy versátil, que puedes consumir mientras realizas otras actividades.


El gran diferencial del pódcast es que se trata de un formato muy fácil de consumir. Lo puedes escuchar a cualquier hora, en diversos dispositivos y en momentos en los que, por ejemplo, resulta muy difícil leer una nota o ver un video: mientras te bañas, cuando conduces en medio del tráfico, mientras paseas a tu perro, cuando haces ejercicio en el parque o en el gimnasio. ¡Genial!

Otra gran ventaja del pódcast: en este formato puedes escuchar conferencias, audios de videos, entrevistas y audiolibros, entre otras opciones. Es decir, se trata de un canal a través del cual es posible adquirir conocimiento de calidad de manera muy fácil, muy sencilla. Y, también, a bajos costos, porque las plataformas que cobran servicios de suscripción están al alcance de cualquiera.

El problema del formato de audio en la era digital fue que se demoró en engranar en el sistema, en hacerse de un lugar en el proceso de producción. La fulgurante irrupción de la imagen, con fotografías y videos, acaparó la atención de todos, productores de contenido y audiencia. Así, el formato de audio perdió protagonismo y pareció desaparecer. Por eso, lo declararon muerto.

Sin embargo, como dice una popular canción colombiana, solo estaba de parranda, de fiesta. O, en el mejor de los casos, durmiendo la siesta para regresar con renovados bríos, con más fuerza. Y eso fue, justamente, lo que ocurrió desde que en 2012 Apple, empresa abanderada de los más increíbles lanzamientos tecnológicos, incluyó el pódcast en sus dispositivos y plataformas.

Y en tiempos más recientes, salieron al mercado dispositivos inteligentes de audio como Alexa, Siri o Google Home, que contribuyeron a masificar la escucha del audio. Una tarea en la que, valga decirlo, los medios de comunicación tradicionales, en especial los grandes periódicos, aportaron más que un granito de arena: desde sus redacciones se le dio un impulso vital a este formato.

Que hoy está de nuevo de moda, pero no porque haya resucitado, ni nada por el estilo. El audio jamás murió, la radio jamás murió, solo que su proceso de transformación y de adaptación al ámbito digital fue más lento que el de otros formatos. Lo mejor, lo que más me gusta, es que es uno de los preferidos de las audiencias jóvenes, en especial de aquellos que llamamos nativos digitales.

Hoy, nadie que quiera conectar con el mercado, sea una gran empresa, un medio de comunicación o un emprendedor digital, puede olvidarse del pódcast. Hay para todos los gustos y muchos, además, de excelente calidad, no solo en lo que tiene que ver con la producción, sino también con el contenido. Los mejores están en inglés, pero hay otros muy buenos en español.

No caigas en el engaño de los oportunistas de siempre, de los que solo quieren tu dinero y están dispuestos a hacer lo que sea, literalmente, para arrebatártelo. La radio, como lo mencioné antes, es un medio que nos acompaña desde comienzos del siglo pasado. Y si bien el pódcast tardó en reinventarse en el mundo digital, está en pleno apogeo, viviendo sus años maravillosos…