Ese era el título de un film que, en su momento, fue muy comentado.

Pero da la casualidad que es el tema que nos preocupa ahora.

¿Por qué?

Porque cada uno de nosotros nos comunicamos por este medio, no solo con familiares y amigos, cuando muchas palabras y abreviaturas están permitidas, sino comercialmente, ya sea para ofrecer nuestros productos o nuestros servicios.

Y a ese punto me referiré yo ahora.

Cuando enviamos un e-mail comercial, es imprescindible redactarlo con propiedad, de una manera clara, concisa, bien corregido, sin errores gramaticales ni de sintaxis.

Debemos pensar que, del otro lado, hay una persona culta, quizás un profesional, que nos está leyendo… mejor dicho… que nos leerá, siempre y cuando deduzca que está en comunicación con un interlocutor válido: que le ofrezca no solo un contenido interesante, sino bien explicado y redactado.

No necesita ser muy largo, debe ir directo al punto, pues no se puede disponer graciosamente del tiempo de los demás. El hecho es darle una idea general de lo que le estamos ofreciendo, y colocar al pie la forma en que él pueda comunicarse con nosotros para ampliar la información que solicite.

Para lograrlo, necesitamos palabras atrayentes y que lo atrapen, dentro de los temas que le interesen, ¡no podemos tratar de vender arena en el desierto de Sahara! Conozcamos a nuestra clientela, para darle lo que necesita.

O… ¡creemos sus necesidades, ofreciéndole lo que creemos que puede interesarle y en lo que, quizás, él nunca pensó!

Tenemos nuestro grupo de clientes y ellos esperan lo mejor de nosotros para su propio beneficio, ¡tenemos la obligación de presentarnos ante ellos con el respeto que se merecen! Eso irá en beneficio de nuestros clientes y, por supuesto, repercutirá en el nuestro.

Recuerde que, cuando alguien reciba el aviso de “¡tienes un e-mail!”, el hecho de leerlo debe ser un momento gratificante y productivo para ambos.

Cordialmente,

Hilda Lucci

Corrige al necio y te odiará… Corrige al sabio y te amará…