Debo confesar que es admirable la forma en que muchos de los emprendedores que tengo la suerte de conocer asumen los retos que se impusieron. Son valientes, son disciplinados, son creativos, son apasionados, son unos guerreros. Si bien casi todos se acercan a mí a ver qué pueden aprender, qué les voy a enseñar, debo decir que no son pocas las ocasiones en las que los roles se invierten y soy yo el que termina como alumno.

Son experiencias enriquecedoras que me retroalimentan, que me mantienen fresco, que me recuerdan una de las máximas más importantes de la vida y del mundo de los negocios: todos los días hay algo para aprender, todos los días hay que aprender algo. Por eso, a veces, me preocupa que ese sueño de alcanzar el éxito en los negocios se convierte en una obsesión enfermiza, en un obstáculo que los desvía del camino.

Como sicólogo que soy, puede decirte con autoridad que las obsesiones son una de las formas más comunes y más efectivas que usamos los humanos para hacernos daño. Cuando no nos enceguecen, al menos alcanzan al nublarnos la vista. Nada bueno surge de una obsesión y, por eso, en los negocios hay que combatirla. La clave está en la mente, la herramienta más poderosa con que contamos, para bien y para mal.

Muchas veces me habrás escuchado decir que el primer y principal obstáculo para alcanzar tus sueños eres tú mismo: tus miedos, tus inseguridades, tus pensamientos. Es una cadena: tus pensamientos crean sentimientos, tus sentimientos crean acciones y tus acciones crean tu vida. En otras palabras, tu vida estará determinada, en una altísima proporción, por tus pensamientos. Lo que pienses, eso serás, dicen con razón.

Veamos un ejemplo: algunos te dicen que eres demasiado joven, y decides esperar; otros te dicen que eres demasiado viejo, y asumes que ya tu cuarto de hora pasó; algunos te dicen que sabes demasiado, y dejas de capacitarte; otros te dicen que te falta experiencia, y te desbocas a hacer de todo sin saber a dónde vas a llegar. La verdad, sin embargo, es que cada día es la mejor oportunidad, que hoy es el mejor momento para actuar.

En esa sabiduría ilimitada que les regaló la naturaleza, las madres nos dieron un consejo que, si lo siguiéramos al pie de la letra, nos evitaríamos miles de tropiezos: “Haga lo que le diga el corazón”. Eso es particularmente difícil en los negocios, porque nos enseñaron que este es un campo en el que manda la razón. No obstante, son muchas las ocasiones en las que un poco de corazón, y mucho menos de razón, nos lleva directo al éxito.

Haz lo que te dicte el corazón, pero recuerda que la razón es tu polo a tierra. Porque cuando prima la razón, además, nos volvemos un manojo de pensamientos, por lo general negativos, que nos mantiene al borde de un ataque de nervios. Pensar en exceso es sinónimo de preocuparse y las preocupaciones son sinónimo de problemas. Por meternos en ese espiral es que olvidamos que siempre contamos con las capacidades para superar cualquier problema. CUALQUIERA.

Hay dos factores que determinan el éxito, o el fracaso, en la vida y en los negocios: tus pensamientos y tus hábitos. Puedes tener buenos hábitos (disciplina, organización, lectura, recreación), pero si tus pensamientos no son acordes, tarde o temprano te estrellas. Los pensamientos positivos, mientras, te enseñan que eres capaz de lograr lo que te propones, LO QUE SEA, si consigues convertirlos en hábitos.

El éxito, me lo habrás escuchado alguna vez, no es una ilusión: es una decisión. Solo te acercarás a él el día que comiences a hacer lo necesario para alcanzarlo. El día que superes tus miedos, el día que dejes atrás tus inseguridades, el día que tus pensamientos sean constructivos. El día que abandones eso que llamamos zona de confort, cuando actúes con valentía y convicción, verás cómo los resultados son distintos y, lo mejor, cada vez son más positivos.

La ley de atracción, que es mucho más que literatura inspiradora, nos enseña que atraes lo que piensas, aquello en lo que te enfocas. Entonces, enfócate en el éxito, en la felicidad, en la prosperidad. Si en lo más profundo de tu corazón sientes sinceramente el éxito, la felicidad y la prosperidad, los alcanzarás antes de lo que te imaginas. Para eso, cuentas con unos aliados: tus pensamientos. Porque, entiéndelo, si tú lo deseas y lo permites, la mente te lleva hasta el infinito…